De pequeño mis padres me enseñaron a ser consecuente con mis actos, de modo que si hacía algo, tenía que ser responsable de ello, no valía decir "me he equivocado" y ya está. Por eso, cuando hago algo lo pienso mucho, dicen que por ello soy muy prudente, o indeciso, pero no quiero equivocarme, de modo, que si insulto a alguien lo hago después de darle muchas vueltas a la cabeza, hasta el punto de que en ocasiones, cuando me decido, ya no está esa persona delante de mí. Todo esto viene a cuento de la historia del dedo de Aznar, debido a que en una entrevista en el diario italiano "Il Giornale"  dice que no se arrepiente de la peineta que le hizo a los estudiantes de la Universidad de Oviedo. Estoy seguro de que Aznar pensó mucho si hacer o no hacer ese gesto, es más, seguro que llevaba 6 años pensándoselo, que son los años que llevas los radicales de ultraizquierda llamándolo terrorista y asesino.
Cuando vi esa imagen, me sentí orgulloso de mi presidente, y ahora que dice no arrepentirse, me siento más orgulloso de él. Ya está bien de que te golpeen una mejilla y pongas la otra, de vez en cuando, hay que apartar la cara.  Es más, con todo lo que yo me lo pensaría, no creo que hubiera aguantado esos 6 años.